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Criterios de traducción

Las metas del Talmud en Español de TaShema son la fidelidad al texto original y la sencillez literaria. Para ello, un monumental despliegue de personal y de medios han sido invertidos para crear una obra para la posteridad.


Técnicas de traducción


Algunas de las técnicas que hemos usado para conseguir el objetivo de entender la sabiduría de la Guemará y presentarla con sencillez:

 

Más que una traducción, un guión

Es importante mantener el tono en que la Guemará "habla". A veces narra y otras, hace preguntas simples o retóricas. A veces se extraña y a veces se "enfada". La Guemará es un texto vivo, por eso hicimos hincapié en que el estilo de la traducción siguiera todos los cánones del guión, valiéndonos de una variedad de recursos a fin de facilitar la tarea del lector.

Cómo entender saltándose palabras

Nos propusimos distinguir entre el texto de la traducción literal de la Guemará y el de la literaria de nuestros traductores: las palabras "puente" que complementan la fluidez del texto. Éstas sirven para entrelazar las frases y conceptos como lo exige la lengua española, y para añadir ideas y explicaciones que ayuden a entender la Guemará. Leer sólo la negrita sirve tanto para repasar, como para desarrollar autonomía en la lectura de la Guemará en su texto original. 


¿Dónde estoy?

Para reforzar el carácter de guión del texto de la Guemará, fue importante recurrir al texto de transición, marcado con letra cursiva. Así, con los subtítulos o los “señalamientos” en medio de los párrafos, el lector se puede guiar e ir entendiendo cómo está funcionando la mecánica de este texto tan vivo, polémico y dinámico, sin perder el hilo del desarrollo de cada tema.


Otro ejercicio interesante para el repaso es el de leer únicamente el texto de transición, ya que, una vez que se haya completado un tema de estudio, este ejercicio nos bastará para hacer un rápido repaso mental.


A veces hablamos en hebrasñol o en sefarshkenaz

El tema de la fonética ha sido trabajado profunda y extensamente. Si bien tratamos de homologar las palabras que deben quedar en fonética —como el término “Guemará”—, hemos tropezado con

varias preguntas de difícil solución. ¿Hablamos en tono sefaradí o ashkenazí? ¿Traducimos la palabra

“Berajá” por “Bendición” o la dejamos en fonética? Estas preguntas han sido escuchadas en la sala de

traducción y edición en cientos de ocasiones.


A la hora de abordar el tema de la pronuciación y puntuación de los nombres propios en el Talmud, tuvimos grandes y profundas dudas. Tanto que el Rav Benaim decidió hacer una consulta a varios Rabanim del mundo de habla hispana para llegar a un consenso por mayoría. Tras esas consultas la conclusión fue que seguiriamos la pronunciación actualmente vigente en el mundo de las Yeshivot en Israel. Hay palabras que escribimos directamente en fonética por ser de uso normal, como “mitzvá”, “Torá” o “Bet Haknéset”. La palabra “Bet Hakenéset” a veces aparece tal cual y a veces la traducimos por “sinagoga”. Todo depende del contexto.


En general, cuando las palabras son de difícil traducción o expresan conceptos no traducibles, las transliteramos y marcamos en itálica, como fue el caso con el término “terumá”. En estos casos, añadimos una nota explicativa al pie de página y también agregamos el término en el glosario que aparece al final del tomo.


En cuanto a los nombres de Dios Bendito, hemos decidido escribirlos tal y como se pronuncian y no como se escriben. Por tanto verán en esta obra escrito “Elokim”, “Tzevakot” y “Kel”.


El mínimo de notas posible

A diferencia de otros trabajos de traducción, en esta obra hemos querido hacer hincapié en el hecho de ayudar al lector para que se familiarice con los conceptos más literales de la Guemará, lo que llamamos “pshat”. Más que buscar la sabiduría o el aporte de grandes cantidades de información, pretendemos enseñar al lector a leer y a “entender” la Guemará en su sentido literal, para que pueda profundizar con otros libros o a través de shiurim. Las notas del glosario se limitan a hacer de diccionario o a describir el contexto en el que habla la Guemará.


La traducción de Rashi: Un libro aparte


Una de las grandes novedades que presentamos en esta obra es la traducción de Rashi. Al principio, pensábamos añadir la traducción de Rashi como un pequeño atractivo adicional. Finalmente, la traducción de Rashi acabó por imponerse como una obra aparte y, a veces, resultó ser una tarea más ardua que la de traducir la propia Guemará.


Así se realizó esta traducción:


Rashi: Una lupa de pocas palabras

Si acercamos una lupa entre cada palabra de la Guemará podremos encontrar una inmensa cantidad de diferentes matices. Cada uno de ellos constituye el objeto de un comentario. Rashi tiene la increíble habilidad de describirnos el conjunto de esos matices con muy pocas palabras. Esas explicaciones, sobre los comentarios de Rashi, se recogen en varios libros, como los comentaristas de Rashi; de tal forma que una sencilla y aparentemente superflua palabra de Rashi puede encerrar múltiples explicaciones.


Al principio empezamos a traducir Rashi añadiendo a sus palabras eso que se conoce como Iyun Kal, es decir, una explicación somera de la intención de Rashi o lo que pretende esclarecer. La frustración estuvo servida. ¿Por qué elegir ese comentario y no otro? Finalmente nos decantamos por traducir de la forma más literal posible, añadiendo las palabras puente estrictamente necesarias para cerrar una frase en español. En múltiples ocasiones el comentario de Rashi ejerce de diccionario.


Cómo “bordar” el Rashi dentro de la Guemará

Esta forma de traducir Rashi, siguiendo escrupulosamente su sentido literal, nos da pie a realizar un precioso ejercicio en el estudio de la Torá. Una vez que haya entendido la Guemará, si el lector intenta entrelazar las palabras en negrita de Rashi dentro del texto de la Guemará, se podrá dar cuenta de la increíble afinidad que reflejan ambos textos. Uno encaja dentro del otro con una exactitud sorprendente. Al final, el lector habrá logrado realizar un hermoso bordado de ambos textos, y entonces tendrá al alcance el poder de profundizar en el estudio y llegar a la excelencia en él.


Criterios de traducción del Tanaj dentro de la Guemará


Si bien hemos querido mantener la misma traducción de un versículo a lo largo de toda la Guemará, a veces no se ha respetado esta regla. En principio, la traducción de los versículos se ha realizado con base en de los comentarios clásicos del Tanaj. Sin embargo, en algunas ocasiones, la traducción obedece al contexto de la Guemará.


En castellano ibérico

Para la traducción de toda la obra, por su solemnidad, nos hemos inclinado por el castellano ibérico moderno para esta obra, con la firme convicción de que se entenderá en toda Latinoamérica.


Traducción de los Tosafot

Al final de cada tomo hemos recopilado la traducción de los comentarios de los Tosafot que aparecen en el tomo en cuestión. El criterio utilizado para su traducción ha sido el mismo que el de la Guemará: frase a frase, palabras en negrita, palabras puente, etc. No todos los Tosafot han sido traducidos, sino sólo aquellos que ayudan a aclarar el sentido literal de la Guemará o aquellos que tienen implicaciones halájicas.


Además, hemos añadido algunos elementos para facilitar su estudio y repaso:


  • Una “foto” de la hoja para identificar la posición del Tosafot en ella.

  • Indicación del tema central.

  • Antecedentes para entender la pregunta de los Tosafot.

  • Conclusiones para agilizar el entendimiento de los casos más complejos.


Este libro “no” es la Torá Oral


A pesar de todo lo preciso y claro que pueda resultar este libro, la Torá Oral es la que el alumno recibe de su Rav: el diálogo que se establece entre ambos. Este libro no es más que el guión de dicha conversación. Cada judío tiene que darse a la tarea de buscar y consultar asiduamente a un Rav reconocido, que le sirva de fuente y guía en su estudio de Torá, así como en su crecimiento como judío. A la hora de establecer tu residencia no pienses sólo en estar cerca del trabajo o del ocio, sino más bien, cerca de tu Rav de confianza.


En cualquier caso, este libro no es una novela. Por eso, estimados lectores, no se sorprendan si no les ofrecemos una obra de lectura fácil y amena: de esto nos hemos abstenido, no sólo por tratarse de una utopía, sino por constituir una prohibición en el más absoluto sentido de la palabra. Haremos —y estamos haciendo— todo lo posible para que cualquier principiante pueda, si ese es su deseo, acortar las distancias que lo separan de su propia esencia. Sin embargo, sin un mínimo de esfuerzo será muy difícil poder lograr un nivel de excelencia adecuado para lograr la comprensión del texto. Estamos convencidos de que el judío debe empezar a restablecer el vínculo con su verdadera lengua sagrada, la que el Santo Bendito “usó” para crear el mundo —el hebreo—, con la esperanza de que llegue el día en el que pueda reincorporarla definitivamente.


Aquel lector que aproveche esta versión del Talmud en español y realice el esfuerzo necesario, es probable que alcance niveles de entendimiento bastante más avanzados de los que se pueda imaginar. De todos modos, el ideal es que todo estudiante no tan experimentado sea capaz de estudiar una página de Talmud y lidiar con los dos grandes textos que encontrará en ella: por un lado la Mishná, para lo cual deberá comprender el idioma en el que Rabenu Hakadosh la redactó hace más de mil quinientos años: el Lashón hakodesh (‘hebreo’). Y, por el otro, el de la Guemará —el arameo—, para lo cual tendrá que aprender esa lengua desconocida y en desuso que se identifica exclusivamente con el corazón judío, y que sólo a él “se abre” cuando se halla igualmente abierto a recibir, a captar, y a sensibilizarse con cada detalle de la Guemará: a sus cambios de tono, melodía y ritmo, al espíritu de sus dichos, a sus expresiones, etc. Cuando un judío aborda el estudio de la Torá Oral del modo descrito, muestra el infinito valor que le atribuye a cada una de las palabras del texto que tiene delante. Sólo así un judío puede entender el Talmud, y por extensión, a Dios.


Es posible que, tras todo lo dicho, alguien piense: “¿Quién soy yo para tomar a la hija del Rey? No llegaré muy lejos si lo hago, pues no soy brillante, vivo sumamente ocupado y, además, nunca me podré comparar con los grandes pensadores del judaísmo”. Para contrarrestar estos pensamientos baste con el siguiente relato:


Un gran compositor musical había cumplido ochenta años, y sus discípulos y admiradores lo querían alegrar. Organizaron una presentación de su obra maestra en la mejor sala, con las mejores condiciones acústicas, con la mejor orquesta y los mejores músicos. Cuando acabó el concierto, notaron que su venerable maestro estaba triste, y le preguntaron: “¿Qué le ocurre maestro? ¿No le agradó el concierto?” El maestro les respondió: “¡Faltó un violinista!”. Sus discípulos, asombrados, le dijeron: “¡No entendemos! ¡Escogimos a cada músico! ¡Cada uno de ellos es el mejor en su ramo! ¿Cómo notó, entonces, que faltaba un violinista? Y, además, la falta de un solo músico, ¿es suficiente razón para estar triste?”. El maestro les respondió: “¡Para mí, mi obra es perfecta y no admite el menor fallo! Yo la compuse, y al oír esta interpretación me di cuenta de que la melodía no era perfecta”. Fueron, verificaron, y se dieron cuenta de que, efectivamente, faltó uno de los violinistas, pues había enfermado”.


Este es un pequeño ejemplo. La Torá es la obra del Santo Bendito, la perfección por excelencia, y cada judío tiene su parte o porción en ella. Si uno falta, aunque se trate del más desdichado de los judíos, Dios no está feliz, y clama: “¡Dónde está Mi violinista!” Consecuentemente, estimados lectores, cada uno de nosotros es un instrumento único, un artista irreemplazable. Nosotros, cada uno de los judíos, somos Sus hijos. Cada uno de nosotros tiene algo especial que nadie más tiene, desde la creación de Adam hasta la llegada del Mashíaj. Si tú faltas, la obra no es perfecta y Dios no “sentirá” otra cosa... más que tristeza. En este caso, Hashem no dirá: “¿Dónde está el número veinte?”; sino se preguntará: “¿Dónde está mi hijo Yitzjak?” Si pensamos así, toda nuestra perspectiva cambia y podremos dejar de pensar superficialmente. Es obvio, entonces, que independientemente de que seamos ricos o pobres, inteligentes o lentos, memoriosos u olvidadizos, saludables o débiles, el deber de todo judío es alcanzar la porción que nos corresponde en la Torá. Si no la alcanzamos, esta sinfonía, al ser ejecutada por la gran orquesta del pueblo judío, estará incompleta, le faltará algo —Yitzjak el violinista—, y en esta sinfonía nadie puede faltar.


Los hijos no son números y, como explica Rab Shimshón Pinkus, Z.L., si un padre tiene diez hijos y uno se enferma, no dirá: “El número ocho no se siente bien”, sino dirá: “Mi hijo no se siente bien” o “Yitzjak no se siente bien”. Lo mismo hace nuestro Dios. Él se reveló y nos dijo: “Yo soy Hashem tu Dios”. Él, por tanto, es nuestro Dios “personal”, y, como resultado de ello, cada uno de nosotros, es un “hijo único”. Si todos nosotros no nos aferramos a la oportunidad de adherirnos a nuestra porción en la Torá, ¡ésta yacerá sin que haya sido realizada!

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