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Cómo decidir las condiciones de nuestra vida material

Página 72:b - "quienes no comen carne de toro".


Hace algunos años un avrej –estudiante de Torá casado– y un judío que se ganaba la vida trabajando, firmaron un contrato de "Yissasjar y Zevulún", que establecía que el estudiante recibiría una suma mensual para vivir decentemente, a cambio de lo cual le cedía al judío trabajador una parte del mérito espiritual que le correspondía por su estudio de Torá. Al cabo de un tiempo este joven quiso anular el contrato, tras haber corroborado –según sus palabras– que el mérito de estudiar Torá en condiciones dificultosas supera enormemente al de estudiarla sin dificultades.


El Gaón Rabí Pinjas Zeviji, quien opina sobre el asunto en su obra Shut, Atarot Paz (primera parte, tercer volumen, Joshen Mishpat, 17), cita muchos sitios donde jajamím se extienden detallando el gran mérito de quien estudia Torá en aprietos. Entre ellos encontramos las palabras de Rabí Yehudá berei de’Rab Jiya (Sotá, 49:a) quien dice que todo talmid jajám que estudia Torá en aprietos tiene asegurado que su tefilá será oída. Asimismo, Rabí Abahu (Ibíd.) señala que le hacen disfrutar de la luz de la Shejiná, y que nunca las puertas del cielo se cierran delante suyo. Por lo tanto, corresponde aclarar si a priori la persona debe estudiar en condiciones de aprieto, es decir, cuando cuenta con la posibilidad de hacerlo sin dificultades.


Estudio de Torá y nutrición: El Iguerot Moshé (Yoré Deá, cuarta parte, 36), quien analiza casos semejantes, indica lo dicho por Rab Najman en nuestra suguiá, que una vez dictaminó sobre cierto asunto en un momento que le faltaba la tranquilidad mental que ello exigía, pues no había comido "carne de toro". Es decir, puesto que estaba ayunando (Tosafot, dibur hamatjil ‘delo’), y no podía comer carne de toro, no pudo concentrarse debidamente. Aquí vemos que cuando uno consume buenos alimentos y beneficiosos para la salud, que añaden fuerza a quien estudia Torá, la calidad de su estudio mejora. Por lo tanto, puesto que el deber de quien estudia Torá es hacerlo lo mejor posible, si es que cuenta con la posibilidad de estudiar en condiciones cómodas, tiene prohibido escoger llevar una vida de privaciones. Ya que, como dijimos, esto podría afectar la calidad de su estudio.


El elevado nivel de quien estudia en condiciones difíciles: Efectivamente, como indicamos, jajamím se expresaron elogiosamente en relación a quienes estudian Torá en esta forma. Sin embargo, Rashi (Ibíd, dibur hamatjil ‘lejem tsar’) hace una importante precisión al respecto: "Aquí se trata de alguien que tiene dificultades para hallar sustento, quien aún así se sienta a estudiar Torá”. De las palabras de Rashi vemos que la persona no debe empujarse a tal situación. Y, por lo tanto, cuando jajamím alabaron a quien estudia Torá en aprietos, únicamente se refirieron a quien lo hace en un caso que no tiene otra alternativa.


Un talmid jajam tiene prohibido ayunar: Efectivamente, el Shuljan Aruj (Ohr HaJaiim, 71:2) establece: "un talmid jajám tiene prohibido ayunar, pues al hacerlo disminuye la obra que hace hacia el cielo". Asimismo, el Biur Halajá (571) dice en nombre del gran mekubal HaArí Hakadosh… “todo los textos que veas en donde se alaban los sigufim (ascetismo, penitencias, etc.)… se refiere únicamente a quien no estudia Torá. Pero quien si lo hace, alguien que conoce y teme al cielo, no debe flaquear ni perder la lucidez de su estudio”.


Es interesante mencionar lo dicho por el Rabí Jayim MiVolozin (Maasé Rav, Sheilta 50, pág. 15), quien le sugirió a un talmid jajám aceptar cierta propuesta de un judío pudiente y dejarle participar en la recompensa por su estudio de Torá. Y esto debido a que el rechazo de esta propuesta podría parecer una actitud de mezquindad (tsarut ayin) por parte del talmid jajam, quien con tal de que su recompensa sea exclusivamente suya está dispuesto a estudiar sólo mediodía. En cambio, la aceptación de la propuesta de ese judío rico le permitirá estudiar todo el día,sumado a que la santificación del Nombre Divino se incrementa por él cada día, lo que constituye el propósito principal de todas los preceptos.

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